viernes, 4 de diciembre de 2009

"La inviabilidad del sistema económico mundial"

Mi amiga Teresa me ha indicado que incluya este escrito en mi blog. Al final se dan todos los datos de su autor. La reflexión está servida

REDACCIÓN.- Durante el año 2004 cerraron en Europa 11.500 fábricas textiles, con un total de 165.000 puestos de trabajo perdidos. En el primer trimestre del 2005, las importaciones chinas han crecido cerca del 500% y los precios han descendido hasta un 60%. Las ventas autóctonas decrecen y los consumidores apenas nos beneficiamos de la diferencia, como bien podemos observar, ya que son los distribuidores quienes se llevan el gato al agua. Un chino dedica al trabajo 60 horas semanales a 45 céntimos de euro la hora, cuando aquí la jornada es de 40 horas pagadas a 15 euros.

Estamos a punto de alcanzar el límite de inviabilidad del sistema económico mundial. La globalización está a punto de desarbolar a sus mentores y, de paso, colapsar a los países occidentales. China en vanguardia y, tras ella, otras naciones de Asía, están irrumpiendo inconteniblemente en los mercados internacionales y en todos los terrenos de la producción. Lo dicho hasta ahora para tranquilizar a Europa se está demostrando una inmensa falsedad.

EEUU está fuera del juego de la producción. Cada vez realiza menos exportaciones y cada vez su mercado interior es más tributario de las importaciones de bienes manufacturados y de capitales. El cómo los EEUU van a soportar una pérdida constante de puestos de trabajo y de capacidad adquisitiva, es cosa suya. Pero hay que reconocer que los problemas que en un tiempo fueron solamente de EEUU, van extendiéndose a los países europeos. Existe un fenómeno preocupante de mimetismo que podía preverse desde los años 70, pero que en estos momentos está alcanzando un punto crítico en todos los terrenos: alimentación, cultura, ocio, tensiones étnicas y, por supuesto, economía.

El fondo del problema

La cuestión es esta: la continua pérdida de puestos de trabajo en el sector primario y secundario, hace que solamente los puestos de trabajo creados en Europa salgan del sector terciario. Esto implica convertir a Europa en una “zona de servicios”. Esta perspectiva es difícil de sostener a medio plazo. No se ve exactamente de dónde van a salir los puestos de trabajo suficientes como para que en Europa se pueda mantener una “sociedad de los tres tercios” como la que teorizaba la izquierda hace quince años.

Según esa teoría, un tercio de la sociedad gozaría de empleo en condiciones aceptables, el segundo tercio viviría, literalmente, a salto de mata, y el tercero, simplemente se mantendría de las subvenciones del Estado. En un país como España, el sector turístico, por ejemplo, ofrecería una bolsa de empleos notable. Ahora sabemos que no va a ser así: también en el terreno del turismo, los países en vías de desarrollo se están convirtiendo en mercados turísticos accesibles y baratos, a diferencia de España, objetivo turístico cada vez más caro. Esto implicará, la pérdida constante de puestos de trabajo y, unido al fenómeno de la inmigración, el abaratamiento de la mano de obra. Porque hay que tener en cuenta que es falso el razonamiento según el cual, la inmigración contribuiría a mantener la competitividad del sector turístico. En efecto, el abaratamiento de costos laborales no sirve para abaratar el precio de la oferta, sino para aumentar el margen de beneficios del inversor.

En otras palabras: el actual proceso de globalización acarrea en Europa, irremediablemente, la pérdida de puestos de trabajo y, en absoluto, la creación de sectores nuevos. Si bien las centrales de las empresas multinacionales siguen situándose en el “primer mundo”, las zonas de producción se han desplazado en dirección sur y sur-este. En Asia se dan una serie de circunstancias prometedoras para el capitalismo: cercanía a las materias primas, demografía explosiva lo que implica una oferta de trabajo interminable, ausencia de estructuras y de tradición reivindicativa con lo que implica de bajos costes laborales. En este sentido, es absolutamente imposible pensar que la producción en los sectores primario y secundario regresará a Europa mientras persistan las actuales circunstancias.

La trampa de la “calidad”

Hasta hace unas semanas se decía: “el calzado y los textiles chinos inundan a Europa… pero Europa puede jugar la carta de la calidad”. Razonamiento voluntarista, pero falso. ¿Y China? ¿No va a jugar jamás la carta de la calidad? ¿acaso las máquinas para fabricar calzado no son las mismas en Elda que en Cantón? ¿y la calidad de los cueros? ¿no se compran en el mismo sitio? Y, por lo demás, ¿sólo los diseñadores europeos son brillantes? ¿1200 millones de chinos no van a dar diseñadores, como mínimo de la misma calidad?

China, en estos momentos, está jugando también la carta de la calidad. No han llegado hasta España, pero en la propia China se están vendiendo prendas de vestir de calidad óptima… fabricadas y diseñadas en China. Los tiempos en los que toda la población, desde el Presidente hasta el último mendigo, vestían el consabido “traje Mao”, ya han pasado a la historia. Tampoco volverán jamás.

No existen distintas calidades en un tubo catódico, en un chip o en un monitor LTF, se fabriquen en China o en Bobadilla. En China, en este momento, se están comercializando terminales telefónicas, ordenadores portátiles, equipos de comunicaciones, de los que todavía no se tiene noticia ni siquiera de su existencia en España.

Ciertamente, en China, la miseria más absoluta coexiste con las tecnologías más avanzadas. Se calcula que en este momento existen 200 millones de mendigos en todo el territorio chino. Es comprensible que el gobierno chino no ceda el poder político en la medida en que, en las actuales circunstancias, solamente con una planificación sistemática y rígida, es posible evitar que la sociedad China termine estallando.

Nadie sobrevivirá al “efecto dominó”

Existe un segundo problema de fondo generado por la globalización: la interrelación entre las economías regionales y la posibilidad de que se produzca un “efecto dominó” en la economía mundial que, a partir de un país que entre en crisis, arrastre al resto. La caída de un sistema –el chino, por ejemplo- acarrearía la caída de todo el sistema económico mundial. El colapso de la economía norteamericana puede acarrear el colapso de la economía mundial. Un enfrentamiento China-Japón puede operar el mismo efecto. O una catástrofe natural.

El sistema económico mundial ha “cristalizado”. Una estructura cristalina es aquella en la que todas las partes están íntimamente unidas entre sí con unos enlaces rígidos e irremplazables. Pero el sistema económico mundial está, en los últimos 15 años, en permanente evolución y a velocidad creciente. Bruscamente, el centro de la economía mundial se ha desplazado al arco del Pacífico. No se trata de una zona particularmente estable: ni social, ni políticamente, ni siquiera desde el punto de vista climático o geológico. Todo lo contrario. Un sistema cristalino no puede ser fluido, precisa estabilidad; si carece de ella, antes o después, se rompe.

Ese desplazamiento y la dinámica misma de los cambios, hacen que la inestabilidad sea la dominante en los próximos años. Y esto en una Europa que, desde 1945, se ha habituado a la estabilidad, la paz y la opulencia. Porque, a fin de cuentas, el problema no es que la economía europea no esté adaptada a los tiempos nuevos, sino que los Estados europeos no van a poder satisfacer las necesidades de sus poblaciones. Y lo que es peor: las poblaciones europeas no están en condiciones de soportar situaciones de carestía, privación, ni siquiera de estrés…

La confianza ciega en el mercado no es la solución

Y, a todo esto, ¿qué piensan los gobiernos europeos? En tanto que gobiernos plutocráticos –esto es, dependientes del “dinero”- no saben-no contestan, no prevén. La teoría dominante es que la globalización lo resolverá todo. El neoliberalismo es todavía un dogma como lo era en el siglo XV el que la tierra era plana.

La única salida posible es la abolición del “acuerdo general de aranceles”, la creación de “zonas económicas geopolíticas autosuficientes”. No existe libremercado cuando en unos países la fuerza de trabajo cuesta X y en otra X/150, cuando en unas zonas hay coberturas sociales y en otras se desconoce el concepto. El actual sistema económico mundial es inviable por que los distintos competidores no parten de una situación de igualdad, sino de desequilibrios. Suele decirse que estos desequilibrios, llevarán a un nuevo equilibrio final, pues el mercado es sabio. No es evidente. El problema es que si esa es la perspectiva que nos auguran, es muy posible que el sistema económico mundial haya estallado antes de llegar a ese nuevo equilibrio. De hecho es lo más probable que ocurra.

© Ernesto Milá – infokrisis –infokrisis@yahoo.es

http://infokrisis.blogia.com/2005/050201-la-inviabilidad-del-sistema-economico-mundial.php

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