sábado, 9 de enero de 2010

Recapitulando

Voy a recapitular. Era una pequeñaja de nada cuando una ventolera en "las cuatro esquinas" me elevó y lanzó en un ¡zas! al charco. Abrigo, cartera, zapatos, todo, todo, todo lleno de barro y una vergüenza que me destapó completamente. ¿8, 9 años?, no sé, excepto que era un saco de huesos.
El aceite de ricino, el hígado de bacalao o las inyecciones que dolían un montón, dieron paso con los años a las ampollas de hierro. "Saco de huesos que te lleva el aire", me decía a mí misma mientras tragaba el hierro asqueroso para ponerme fuerte. Día tras día, año tras año. Qué horror sentí por mí misma.
Pero llegó un tiempo de hormonas revueltas, sofocos ahogantes y reglas de dolor insoportable. Un día me sentí hinchada, al siguiete más y a los cuatro meses me dije: "joer, éste no tu cuerpo". Diagnóstico de menopausia.
Y mientras engordo de forma rara con sofocos y alteraciones que ni me paraba a pensar porque el insomnio me podía, me controlo con analítica y me dicen: no más hierro, tus hematíes están a la altura que corresponde.
¡Qué feliz me encontré!
Sigo estando bien con mi cuerpo de albóndiga sana, y de vez en cuando miro la caja de ampollas de hierro que tengo de recuerdo encima de la nevera y mi sonrisa se hace malévola mientras escupo eso de "ahí te quedas y que sea para siempre".
Hoy hace frío, y aire, mucho aire. Pero yo sé que no me elevará y no volveré a sentir la impotencia y la frustración de los elementos. Así que concluyo la recapitulación dándome un fuerte abrazo por lo que soy habiendo superado lo que he sido.