Necesito recuperar la esperanza. Era tanta la que siempre ha tenido, que jamás dudé que mi sentido e inclinación optimista que marcó mi carácter, venía dado por la confianza y seguridad de poseer la esperanza que aprendí de mi madre. Siempre la esperanza "que es lo último que se pierde", decía y la creí. Hasta de nombre (es cierto, mi tercer nombre tras el de María y el de O, es Esperanza).
Cuando hablamos de sobrevivir, la esperanza es importante, pero nos encontramos tan maniatados por todos los poderes fácticos anti-cambio del sistema, que difícilmente nos quedan recursos para oponernos a la impotencia de ver cómo los recursos propios y los que nos rodean, están siendo devastados hasta dejarnos en la más absoluta indigencia.
¿Qué nos queda? ¿La solidaridad globalizada?. Mentiras y más mentiras que sólo nos sirven para consolarnos unos a otros mientras desaparece lo contruido y/o destruido para el futuro.
En Barcelona se va a preparar (eso dicen los poderosos) un nuevo ajuste a estudiar en Copenhage (como en Kioto en su día) para mantener la tierra viva para nosotros, los humanos. ¿De verdad queda esperanza si vemos las manos que se dedican a contruir ese futuro? No sé, lo dudo. Pero no encuentro sustitución a esa esperanza cada vez más débil, excepto creer en ella. Y yo no creo por creer, por ello necesito de forma vital que se den las condiciones que me permitan reconstruir de nuevo esa confianza. No sé, me pierdo y con ello algo aprendido por medio de mi madre y que me caracterizaba.
Ésta es mi humilde contribución a matenernos vivos
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