Difícil resulta hablar de Memoria, cuando nuestra aliada en lo cotidiano, los recuerdos, lo social y lo habitual, nos rechaza y se bloquea cual enorme muro sin más.
¿Qué cabe decir en esta situación? No más palabras que las ya expresadas, si es que se habla desde el individualismo tradicional y cultural, de un sistema en el que actualmente se aposenta el ser humano cimentado.
Sin Memoria no eres, no existes; te elevas a un estado difícil de ser comprendido, si es que te basas en la comunicación que, se da por sabido, siempre ha existido. No hay palabras que buscar, pues éstas se pierden. Tampoco hay mucho que decir, pues casi ni reconoces. Y mucho menos hay que esperar que resistas, pues el olvido se ha impuesto con todas sus consecuencias.
Ignoro si hablar desde la NO memoria puede ser capaz de extender o comprimir, la comunicación en un espacio que es real y existe, pero también donde lo necesario se oculta cual niebla. Tal vez sólo se podría hablar desde la SI memoria para dar a entender el fin que se persigue.
Reitero que lo ignoro. Mi memoria se ha perdido.
El Recuerdo que se pierde.-
No recordar se convierte en un vivir el día a día con las incertidumbres de apresar lo vivido, y dirigirlo hacia un espacio-tiempo personalizado.
Tal vez sean los recuerdos lo que realmente apresa al ser humano, a cada uno de nosotros, en un estado que podría desembocar en estancamiento letal de las aptitudes, o en un ovillo de vivencias difícil de desentrañar. Es por ello que, tal vez, costará encontrar una figura para la identificación, si es que no existe el recuerdo.
Pero el recuerdo que se pierde pasa a la No memoria de lo ya adquirido, y es entonces cuando lo olvidado se subleva cual caballo de batalla escondido en nosotros, un hecho que ayuda a caminar a paso lento hacia el vivir del mañana, con el Yo de cada uno dirigiendo el futuro, lo que será, aunque no encuentres memoria que lo demuestre.
Un estado de lo perdido; un hecho que abre el camino de libertad hacia nuestra identidad del hoy; un aprendizaje forzoso y necesariamente adaptado a las circunstancias personales, y también hablamos de una gran energía acumulada que nos ayudará a afrontar, junto con el entorno, una nueva forma de vivir.
Es imposible sentir el pensamiento de lo que se intenta recuperar y pasar por alto que la NO memoria aún no ha hecho presa fácil del individuo. Pensar se convierte en la aliada de la concentración en recuperar. Pensar nos hace vivos. El hecho de adaptación de esos recuerdos perdidos hasta el día de ayer, se convierten así en el mañana rejuvenecedor de una nueva vida que construir.
Cabe preguntarnos en este punto el hecho de la NO memoria atrayente, incombatible; que se diluye rápida e inexorable hacia el estado del individuo indefenso ante el abismo del olvido. Así pues, aún queda tiempo. Todavía me queda algo de tiempo.
El Recuerdo perdido.-
Éste ya no está, se ha ido cual catarata intensa, fuerte, que arrastra hasta el agua que fluirá de ella en remolinos hasta su final natural. No hay memoria, no existen recuerdos, solo queda el individuo atrapado en un cuerpo sin un sentir, sin un pensar, ¿sin un vivir?
No, viviendo el hoy que construye la personalidad que no se recuerda.
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