Dejemos la tortura del dolor y pasemos a los sueños. Hola de nuevo.
Tras enganchar la vía en una mano una vez que se me acribilló los dos brazos y no fue posible coger las venas, comenzó la lluvia de antibióticos de todos los tipos y condición. El dolor al amanecer del viernes se fue casi al completo, pude abrir los ojos por primera vez desde el miércoles y lloré cuando comprobé que no me enteraba de nada.
No reconocía muchas palabras y el resto se me olvidaban. La palabra, uno de los pilares de mi base social, laboral y personal, me abandonaba. En ese momento es cuando comencé a atender de una forma consciente las llamadas de mis hermanas y amigas queridas. Qué dolor en el mismo centro del sentimiento comprobar mi estado. En ese momento fue cuando sentí cómo mi ánimo se había resentido.
No quise esperar más, pedí ayuda a todas, hermanas y amigas, para poner remedio desde ¡ya!. Y mi querida "Peli" me dijo con toda naturalidad "¿Pero cómo te vas a quedar sin ánimo si es algo que tienes desde siempre?". Aquellas palabras me hicieron reaccionar y fue cuando os pedí a todos, amigos, amigas, conocidos, personas que quisieran sumarse a una acción, que me enviasen abrazos de ánimo. Y recibí tanto calor, alegría, fuerza y amor, que el ánimo se puso al máximo.
Lógicamente no fue fácil y para ello hice uso de mis técnicas de concentración y utilicé el sueño. La noche la pasaba en vela y sólo dormitaba en momentos muy cortos, habiendo sido los dos primeros sueños reveladores en cuanto a mi situación, soñando con pesadillas más o menos angustiosas que me escapaba del Hospital y, con el camisón, iba y venía de un lugar a otro reconociendo a personas (en mi primer sueño sólo éramos mis hijos, Arturo y Julia, y el coche que desde agosto ya no está a mi lado y dudo que continúe entero en el desguace).
Bueno, llego ya al sueño del ánimo: me hundí en mí misma e hice uso de la imagen más conocida de "La Carta de la Tierra", esa imagen en que se encuentra una Tierra hermosa entre dos manos muy acogedoras. Me centré y fui introduciendo entre aquellas manos, mis manos cogiendo mi cabeza con suavidad, a todos y cada uno de vosotros y vosotras, unos por el nombre, otros por la imagen, otros por un contexto. A todos. Y me dejé llevar durante el insomnio de toda esa tercera noche a la amistad y al cariño, sin llorar casi nada porque cuando las lágrimas hacían su aparición, me decía "no puedo mostrar mi dolor, hay que mostrar el ánimo y la fuerza, que es lo que pido y no puedo pedir algo que no voy a utilizar".
Lo conseguí. No es que hiciera nada del otro mundo, ya veis que es muy poco, pero las emociones ahí encerradas eran tan intensas (producto sobre todo de la debilidad cerebral que supone la enfermedad que estoy pasando), que para mí supuso todo un logro acompañado de la consiguiente felicidad. Desde entonces, ¡¡¡que no me toquen el ánimo!!!.
Como anécdota decir que cuando dije a una de las enfermeras que entró a media noche a ponerme uno de los goteros, que había tenido una pesadilla que empezaba con que me escapaba del Hospital, ésta me contestó "hija, eso no es una pesadilla", en un tono tal, que me hizo sonreír (por lo menos por dentro); pero sí fue una pesadilla, ya que el estado en el sueño era de angustia y sabía que sólo en el Hospital era donde estaba bien, y no correteando por ahí.
El sábado ya conseguí tener el ánimo en su sitio, algo que hizo muy feliz a todos y a todas, y aunque aún no coordinaba bien las palabras, me pasé el día leyendo y durmiendo (bueno, no tanto, ya que el sueño es intermitente durante el día y nulo por la noche, pero sí descansando, que es casi lo mismo en este estado). La sorpresa fue cuando por la noche sentí cómo las fuerzas físicas, las de la Naturaleza de uno mismo, me hicieron plafff y se fueron total y absolutamente. Yo sabía por la experiencia anterior que esto pasaría de un momento a otro, pero una cosa lleva a otra, y si los antibióticos se llevaron la fuerza, me despejaron la lucidez. Así pasé el día siguiente, domingo, hablando y sabiendo ya lo que decía y leyendo y enterándome de las cosas.
Voy a intentar decir lo que es la descoordinación de la que os he hablado tanto. Cuando la mente está lúcida, el pensamiento corre y circula como la electricidad, pero cuando no hay fuerza suficiente, se reacciona un poco más tarde que ese pensamiento, lo que motiva que haya que estar volviendo atrás casi continuamente porque faltan letras si se escribe o se lee, por ejemplo. Además agravado porque no tener fuerza te cansa tanto como si estuvieras haciendo las cosas a velocidades de vértigo y la sensación que prima es el cansancio. Solo queda descansar y tomármelo con mucha calma.
El lunes fue mi día. Me trajeron el portátil porque necesitaba escribir. Las noches en blanco eran un pensar, pensar, pensar y pensar. Gracias a la tecnología dispongo de internet, ya que utilizo "el pincho" desde que no puedo pagar ningún enganche. Claro que no dispone de una gran velocidad ni nada de eso, pero yo sólo escribo y leo, por lo que "el pincho" me viene de cine, es compartido con un vecino, por lo que si me cuesta poco, así me cuesta menos, y me permite estar en contacto con todos y la realidad que busco, para mí una necesidad.
Como desde el lunes las cosas ya están siendo más claras, lúcidas y abiertas, mañana os cuento, que ahora voy a pasear un rato por el pasillo (despacito, despacito) mientras espero a mi hijo que ya sube a hacerme un poquito de compañía (en realidad a poder engancharse a internet ahora que les he dejado solo con la tele, ¡¡¡si les conoceré yo!!!). Besos, muchos besos a todos y todas porque formáis parte de mi existencia. Os quiero.